Al contrario que las pinturas que vemos en las galerías o los museos, las pinturas murales romanas tienen una función socio-estética en relación con su ubicuación específica en la casa. Por lo tanto, para entender su significación cultural tenemos que intentar penetrar en la matriz histórica en la cual funcionaron. Ya que las pinturas tienen una situación específica, un elemento importante en esta matriz es sin duda el entorno que las acoge – la domus, la casa y todos sus habitantes.
Entender la domus como un dispositivo estructurado es un paso esencial para comprender de las pinturas murales. Sin embargo no es una tarea fácil dado que las fuerzas internas y externas que gobiernan la domus plantean ellas mismas preguntas muy problemáticas. Lo que no es problemático es que las pinturas murales proporcionan el telón de fondo de la vida cotidiana de la domus y, por consiguiente, no conviene analizarlas en terminos puramente formales.
Dado que vivimos en un mundo de realidad virtual y post cinematográfica, nos es difícil comprender la amplitud y el poder de evocación de una imagen sencilla en la Antigüedad. No hago referencia a este tipo de conmoción profunda que el arte es todavía capaz de proporcionar al espectador o la especie de pasmo artístico del síndrome de Stendhal. Me refiero al desinterés del espíritu moderno hastiado por la imagen bidimensional estática. Tal desinterés no parece haber existido en la Antigüedad. Mientras que filosófos como Platón critican la reproducción de la imagen en términos morales, por otro lado la población en general produjo y consumió ávidamente. Philostratus, escritor del siglo II d.C. nos proporciona numerosos ejemplos de este tipo de exégesis viva asociada a una imaginería pictórica. Cuando le pedían hablar en público sobre estas pinturas, las narraba con mucho talento de tal manera que evocaba en cierto modo una especie de peripecia que el lector moderno de hoy reconocería inmediatamente y asociaría a una película de acción.
Este cambio de manera de pensar perturba inevitablemente cualquier investigación contempóranea en cuanto a la función social y a la acogida de las pinturas murales. ¿Es posible visitar otra vez el terreno conocido de estas pinturas murales antiguas o está irremediablemente encerrado en su propia mise en abyme histórica? ¿Puede el espíritu contempóraneo tener acceso a los puntos de vista antiguos o es tan ilusorio como estas caras sobre las pinturas murales antiguas que palidecen expuestas al mundo moderno, mostradas de manera tan memorable y astuta en la secuencia del túnel en Roma, de Fellini?
traducido por Michèle Cuypers y Enrique del Rey Cabrero
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